En “El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”, San Luis María Grignion de Montfort resume de este modo los beneficios de esta devoción, cuando se meditan los misterios:
- Nos lleva a conocer cada vez mejor a Jesucristo;
- Purifica nuestras almas del pecado;
- Nos permite vencer a todos nuestros enemigos espirituales;
- Nos facilita la práctica de las virtudes;
- Nos abrasa en amor de Jesucristo;
- Nos enriquece con gracias y méritos;
- Nos proporciona con qué pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres, y
- Nos consigue de Dios toda clase de gracias.
Mayor conocimiento de Jesucristo
Monfort llama al conocimiento de Jesucristo “la ciencia de la salvación”. Sin ese conocimiento, no podemos salvarnos. Escribe el santo:
“¡Dichoso Rosario, que nos proporciona la ciencia y el conocimiento de Jesucristo, haciéndonos meditar su vida, su muerte, su pasión y su gloria! La reina de Saba, admirando la ciencia de Salomón, exclamaba: ‘Dichosos tus criados y sirvientes, que están siempre en tu presencia y oyen los oráculos de tu sabiduría’; pero más dichosos son los fieles que meditan atentamente la vida, las virtudes, los sufrimientos y la gloria del Salvador, porque adquieren de este modo el perfecto conocimiento en que consiste la vida eterna”.
La conversión y el perdón de los pecados
Dios usa el Rosario para llevarnos a la conversión. Sigamos escuchando a Montfort:
“La Santísima Virgen reveló al Beato Alano que, tan pronto como Santo Domingo predicó el Rosario, los pecadores empedernidos se convirtieron y lloraron amargamente sus crímenes, los mismos niños hicieron penitencias increíbles y el fervor fue tan grande, por doquiera que se predicó el Rosario, que los pecadores cambiaron de vida y edificaron a todos con sus penitencias y su enmienda de vida.
Si sentís vuestra conciencia cargada con algún pecado, coged el rosario, rezad una parte en honor de algunos misterios de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y estad persuadidos de que, mientras meditáis y honráis estos misterios, Él, en el cielo, mostrará sus llagas sagradas a su Padre, abogará por vosotros y os obtendrá la contrición y el perdón de vuestros pecados”.
Victoria en el combate espiritual
El Rosario es un arma poderosa para derrotar las tentaciones y para conseguir liberación de las opresiones demoniacas. Como explica Montfort:
“Esta vida es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que combatir a enemigos de carne y sangre, pero sí a las potencias mismas del infierno. ¿Qué mejores armas podemos tomar para combatirlos que la oración dominical, que nuestro gran Capitán nos ha enseñado [el Padrenuestro]; la salutación angélica, que ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y renovado el mundo [el Avemaría]; la meditación de la vida y de la pasión de Jesucristo, que son pensamientos que debemos tener habitualmente presentes, como manda San Pedro (…)? “Desde que el demonio -dice el Cardenal Hugo-, fue vencido por la humildad y la pasión de Jesucristo, apenas puede atacar a un alma que medita estos misterios, o, si la ataca, es derrotado vergonzosamente.”
San Luis María Grignion de Montfort cuenta varias historias de misioneros que encontraron en el rosario la forma de vencer al enemigo:
“Al Padre Juan Amat, de la Orden de Santo Domingo, predicando la cuaresma en un lugar del reino de Aragón, le trajeron una joven posesa, y después de haberla exorcizado varias veces inútilmente, le puso al cuello su rosario, ella comenzó a dar gritos espantosos, diciendo: “¡Quitadme, quitadme estos granos que me atormentan!” Por fin, el padre, compadecido de ella, le quitó el rosario del cuello.
La noche siguiente, cuando este padre estaba descansando en su lecho, los mismos demonios que poseían a la joven vinieron a él furiosos para apoderarse de su persona, pero con su rosario, que tenía fuertemente cogido en la mano, a pesar de los esfuerzos que hicieron para quitárselo, los golpeó y arrojó, diciendo: ‘¡Santa María, Virgen del Rosario, amparadme!
Cuando a la mañana siguiente iba a la iglesia, encontró a la desgraciada joven aún posesa; uno de los demonios que estaban en ella empezó a decir, burlándose del padre: “¡Ah hermano! ¡Si no hubieras tenido tu rosario, ya te habríamos arreglado!” Entonces el padre arrojó de nuevo su rosario al cuello de la joven diciendo: ‘Por los sacratísimos nombres de Jesús y María, su santa Madre, y por la virtud del Santísimo Rosario, os mando, espíritus malignos, salir de este cuerpo inmediatamente’; en el acto tuvieron que obedecer y quedó libre la joven. Estas historias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosario para vencer toda clase de tentaciones de los demonios y toda clase de pecados, porque las cuentas benditas del rosario los ponen en fuga”.