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Dinámica del proceso de reconciliación en la familia.

Quiero compartir una historia sobre el perdón que me contó una madre.

Una noche, mientras estaba sentado leyendo en el sillón del salón, mi hija de dieciséis años se subió a mi regazo como un niño pequeño y me preguntó si sabía lo que era el perdón. Luego me preguntó si sabía que cuando Dios perdona, Dios olvida. Para entonces, sabía que su confesión iba a ser importante. Me alegré de que tuviera la suficiente confianza en mí como para compartir su experiencia. 

La joven de dieciséis años demostró que sabía lo que era el pecado y que sabía que había pecado. También sabía que Dios perdonaría y olvidaría, y quería que su madre tuviera el mismo criterio. No sabemos si estaba pensando en sujetarse a esa norma y perdonarse a sí misma, pero sabemos que también debería hacerlo si realmente quería ser libre de su pecado.

Como padres, queremos que nuestros hijos sepan sobre el perdón. Cuando alguien nos hiere, o nosotros herimos a otra persona, ¿Cuál es nuestra reacción normal? ¿Respondemos, nos aguantamos, nos desquitamos con otra persona, o perdonamos y afrontamos el daño real que ha quedado? Cuando herimos a otra persona: ¿Mencionamos nuestra parte, justificamos nuestra parte, reconocemos el mal, pedimos perdón y aceptamos el perdón o lidiamos con el rechazo? ¿Cómo podemos ayudarnos mutuamente a entender la dinámica del proceso de reconciliación en la familia?

¿Cómo podemos preparar a los niños para que reconozcan sus ofensas, se confiesen con Dios y con aquellos a los que han ofendido, hagan una restitución cuando sea apropiado, y manejen sus propios sentimientos de posible culpa? ¿Y cómo podemos prepararlos para manejar las ofensas que reciben de otros?

En el Nuevo Testamento, Santiago nos dice que «confesemos [nuestros] pecados unos a otros, y oremos unos por otros, para que [seamos] sanados». (St. 5:16) Y San Mateo nos dice que Jesús dio poder a sus discípulos para perdonar los pecados. Este poder nos llega a través de un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación. Deben tener experiencia en escudriñar sus corazones y confesarse con Dios en la oración familiar, así como en el Rito de la Reconciliación en su parroquia. Los niños deben aprender a practicar ambas cosas.

Se me salieron las lágrimas cuando una madre compartió conmigo su experiencia. Dijo que su hijo de 6 años la estaba volviendo loca. Estaba tan molesta de que el no escuchaba las repetidas advertencias que ella le hacía, mientras trabajaba en la cocina. No podía más. Quería darle una buena nalgada, pero decidió hacer otra cosa. Lo llamó para que se sentara en el sofá a su lado y le dijo: «No puedo más. Quiero que me tomes las manos y reces por mí». Ella dijo: «Eso cambió todo el escenario. Mientras mi hijo rezaba por mí, las lágrimas se desprendían de sus ojos». 

Otra idea proviene de lo que el padre Steve, uno de mis colegas, hizo al principio de la misa con un grupo. Durante el servicio penitencial, cuando mirábamos el libro o bajábamos la vista, nos pidió que mejor, nos miráramos unos a otros mientras rezábamos la oración: » Yo confieso ante Dios todopoderoso…». La experiencia fue muy conmovedora y personal.

Esperamos que estas ideas ayuden a las familias a perdonarse mutuamente «setenta veces siete», como Jesús le dijo a Pedro que debíamos hacer.

Actividad Familiar

Rezar la siguiente oración tomados de la mano y mirándose mutuamente.

Confieso a Dios todopoderoso y a ustedes, hermanos míos, que he pecado mucho, en mis pensamientos y en mis palabras, en lo que he hecho y en lo que he dejado de hacer, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa; por eso, pido a la Santísima Virgen, a todos los ángeles y a los santos, y a ustedes, hermanos míos, que rueguen por mí al Señor Dios nuestro.

Padre Pinto Paul, C.S.C.

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