
Por Allison Gingras
Isaías 55:6, «Busquen al Señor mientras pueda ser hallado, invóquenlo mientras está cerca,» presenta a los fieles la urgencia de unirnos a Dios. Cuando era adolescente, consideraba que todo lo religioso, especialmente ir a misa o rezar el rosario, como algo que hacían los adultos mayores. Buscar tiempo con Dios era algo para la jubilación, cuando se estaba terminando de vivir la vida. ¿Dónde encontrar tiempo con la escuela, el trabajo, la familia y las actividades de ocio que ocupan todos los huecos del calendario? Entonces, mi amigo murió inesperadamente, sin llegar a la edad adulta ni a la jubilación, de pronto me di cuenta que el mañana no está prometido, y mis prioridades estaban mal alineadas.
Aunque deseaba hacer de Dios mi prioridad número uno y aceptaba las enseñanzas de Jesús respecto a poner a Dios por encima de todas las preocupaciones terrenales: «Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todo se les dará por añadidura.” (Mateo 6:33), seguía sin saber por dónde empezar. ¿Dónde se encuentra Dios? En pocas palabras: Dios está en todas partes. En el libro de Jeremías se nos ofrece una fórmula sencilla para descubrir a Dios en nuestras vidas. «Entonces me invocarán y vendrán a orar a mí, y yo los escucharé. Me buscaran y me encontraran, cuando me busquen de todo corazón» (Jeremías 29:12-13). Irónicamente, sabía la respuesta (al menos una parte de ella): asistir a Misa y rezar, especialmente el Rosario -las mismas prácticas que yo había determinado que estaban reservadas a quienes se preparaban para dejar este mundo. Una relación con el Dios Trino no es una red de seguridad, un remedio para nuestra alma mortal, sino un gran regalo destinado a ser abierto y utilizado ahora y no guardado para una ocasión especial.
¿Cuántas familias guardan sus mejores platos en una vitrina para ocasiones especiales? Pueden pasar años entre usos, apenas se tocan antes de pasar a otra generación, o se donan cuando nos mudamos o morimos. El donante de esos preciosos platos quiso que se disfrutaran; ¿por qué esperar? Como aprendí hace tanto tiempo, el mañana nunca está prometido. Aprovechemos este día y todo lo que nos ofrece, sobre todo el regalo que Jesús nos ofrece al llamarle «amigo». (Juan 15:15). Como en cualquier amistad, la comunicación frecuente es necesaria para construir y mantener un vínculo fuerte. Si sólo hablaras con un amigo en Navidad y Pascua, ¿le conocerías bien? conocerías a esa persona?
Así pues, volvamos a la pregunta original: «¿Dónde buscamos a Dios?». Nuestra fe católica nos señala muchos lugares fructíferos: la oración, los sacramentos, las Escrituras y las obras de misericordia, por nombrar algunos. En la oración, Dios nos ofrece una oportunidad única de entrar en conversación con Él y con otros hombres y mujeres santos del cielo; como decía San Juan Damasceno “La oración es la elevación de la mente y el corazón a Dios o la petición de cosas buenas a Dios». El Rosario ofrece a los fieles un modo completo de entrar en oración, ya que la oración, incluye la bendición de uno mismo, la profesión de fe, la petición del aumento de las virtudes, la meditación de la vida de Cristo junto a María, la persona que mejor lo conocía, y mucho más.