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VISIO DIVINA MISTERIOS DOLOROSOS

Primer Misterio Doloroso: La Agonía en el Huerto

Por el Padre David L. Guffey, C.S.C. es el director nacional de Family Theater Productions produciendo contenido para televisión, cine, video y radio.

Reflexión:

Jesús reza a pocos metros de sus amigos más cercanos, pero está solo. Solo ante la conciencia de lo que le espera, solo ante la agonía que sufrirán sus seres queridos, solo ante la sensación de abandono. Santiago, Juan y Pedro duermen, ajenos a la agitación interior de Jesús. ¿No podían permanecer despiertos con él, especialmente aquella noche?

A veces, un grupo puede ser un lugar solitario, si la gente no comprende nuestra experiencia: un cónyuge que no se siente valorado tras una agotadora jornada de trabajo o de cuidado de los hijos; un adolescente que se siente invisible entre sus compañeros o desconocido para sus padres; una persona que llora una pérdida o está procesando un diagnóstico inquietante reciente. Incluso los amigos o la familia pueden no percibir la profundidad del dolor o no saber cómo responder a ese sufrimiento. La soledad es una epidemia hoy en día, con personas próximas entre sí, pero sin embargo tan distantes, como Jesús y los discípulos en el huerto de Getsemaní aquella noche.

A pesar de que sus amigos íntimos dormían, Jesús supo en última instancia que no estaba solo. Jesús oró al Padre, confiado en su presencia y en su amor. Jesús encontró fuerza en la presencia de Dios, y se levantó para enfrentarse a la horda que se acercaba. Hágase la voluntad de Dios.

Cuando te sientas solo, debes saber que Jesús experimentó algo de lo que tú estás viviendo. Jesús nos invita a unirnos a Él en el huerto y a rezar, conduciéndonos al corazón del Padre, que nos ama y está con nosotros, incluso en los momentos difíciles. Rezar el Rosario nos recuerda cómo Jesucristo se encarnó en la condición humana y nos acerca a su corazón de esperanza. Rezar juntos es una manera de estar presentes los unos con los otros, aunque no comprendamos plenamente sus luchas, ni ellos las nuestras.

 

Segundo misterio
doloroso: La flagelación de Jesús

Nicole Johnson es esposa y madre, y aboga por la vida, la
adopción y la acogida de niños con necesidades especiales. Visita su blog en www.nicolejenniferjohnson.com

Reflexión:
Yo comparo los frutos de cada misterio del Rosario con unas notas al pie de la letra; un mapa de contemplación, por así decirlo, mientras buscas una comprensión más profunda de la vida de nuestro Salvador. La única excepción es el segundo misterio doloroso: la pureza. Durante muchos años he luchado por conciliar la pureza con el hecho de que Jesús fuera tan horriblemente
maltratado, de que su vida y su valor fueran tan descaradamente despreciados…

A los 33 años, era la madre agradecida de dos hijos increíbles y la madre afligida de tres almas perdidas por un aborto espontáneo. Por razones que no podíamos entender ni explicar médicamente, ahora teníamos problemas para concebir. Con cada prueba de embarazo negativa, me sentaba en el suelo del baño y lloraba, incluso enfadada con Dios porque no respondía a
nuestras ardientes plegarias.

 

Nos habíamos sometido a todas las pruebas que nos había ordenado nuestra doctora y habíamos seguido todos sus consejos. No me quedaba nada por intentar; no quedaba «yo». Me sentí abandonada por esta dura realidad. Fue entonces cuando me di cuenta de que la pureza también implica pensamientos e intenciones; era hora de que purificara mis intenciones en nuestra fertilidad, entregándole a Dios el control en oración. Afortunadamente, y por la gracia de Dios, en dos años fuimos bendecidos con una hija. Fue esta experiencia la que me vino a la mente al reflexionar sobre esta imagen de relieve de Jesús flagelado. Otro fruto de este misterio es la mortificación de los sentidos, una purificación de cada aspecto de nuestra humanidad. Por cada
pecado murió Jesús. Querer ampliar nuestra familia con otro hijo era una buena intención, sin embargo, mi desesperación al no aceptar el plan de Dios debilitó mi relación con Él. Mi ira había nublado mi capacidad de confiar y creer. A través del sufrimiento de Jesús, Dios purificó mis intenciones y preparó mi alma para aceptar y hacer Su voluntad en mi vida.

 

 

Tercer Misterio Doloroso: La Coronación de Espinas

Antony Barone Kolenc es el galardonado autor de la inspiradora serie de ficción medieval para adolescentes «Los misterios de Harwood», disponible en www.antonykolenc.com.

Reflexión:

Oh María, la más dulce de las madres, tu amado Hijo soportó no sólo el dolor físico de las perversas espinas que atravesaban su carne, sino también el juicio y la burla de quienes le humillaban.

 

Mira las miradas condenatorias en sus rostros. Sus ojos están vacíos de empatía; sus expresiones carecen de toda compasión; llenos de acusación hacia tu Hijo. Sin embargo, Él acepta sus juicios sin levantar una mano para defenderse. Y me ha pedido que haga lo mismo soportando mi propio sufrimiento.

La corona del juicio en el mundo de hoy inflige humillación a los que siguen a tu querido Hijo. ¿He aceptado este sufrimiento en mi propia vida, como Él hizo al recibir esta espinosa corona?

¿Cómo he tratado de rehuir la burla cruel de los demás respecto a mi fe? ¿Cuándo he tratado de evitar la condena de quienes defienden los valores de este mundo pasajero? ¿Cuántas veces he guardado silencio o he defendido mi orgullo para escapar al juicio de amigos, colegas e incluso desconocidos que temo que me humillen por mis creencias?

Oh María, Madre mía, ayúdame a parecerme más a tu Hijo. Ayúdame a no negar nunca lo que sé que es verdad -o a guardar silencio ante la injusticia- por miedo a provocar la burla del mundo. Ayúdame a soportar el juicio que inevitablemente vendrá de mis creencias en un Padre amoroso, la obra salvadora de su divino Hijo y las enseñanzas inspiradas por el Espíritu de su santa Iglesia. Y ayúdame a que defienda las preciosas vidas que tu Hijo aprecia y los valores que Él defiende, aunque ciertamente recibiré miradas condenatorias de los que están en este mundo… incluso de algunos en mi vida a quienes amo entrañablemente.

 

 

 

 

 

Cuarto misterio doloroso: Llevar la Cruz

María Morera Johnson es autora, editora hispana de Catholic Mom y copresentadora de los podcasts Catholic Momcast y Prayercast. Su sitio web es MariaMJohnson.com

 
Reflexión:

La imagen de Jesús cargando la cruz en el Cuarto Misterio Doloroso irrumpe con actividad. Vemos al soldado romano contrariando a Jesús. La Santísima Virgen María y las otras mujeres gritan a Jesús. Y al propio Jesús tendiendo la mano hacia su madre. Casi desapercibido pasa Simón de Cirene, sosteniendo la cruz y evitando que caiga sobre Jesús.
He meditado a menudo sobre ese acto de recibir la cruz. Sólo ahora veo su alcance más amplio. Es esencial meditar sobre lo que Cristo debió sufrir en aquel momento por nuestra redención.

Esta imagen presenta la totalidad de lo que significó llevar aquella cruz, rodeado de los antagonistas que causaban dolor, y de los seres queridos en la periferia que querían ayudar, sufriendo junto a Jesús. Tendemos a pensar que su sufrimiento fue sólo en el momento en que la cruz es entregada a Jesús, pero este misterio abarca ampliamente la larga y dolorosa prueba de arrastrar un pesado madero, caer, sangrar, ser arrastrado y humillado.

Y luego está Simón, su fuerza evidente, plenamente presente. Pienso en los Simones de mi propia vida, que me han ayudado a soportar mis penas y sufrimientos, y les estoy agradecida. Mis padres, mis primeros compañeros en el mundo, mis hermanos, y también amigos íntimos, que han estado a mi lado cuando más sola me sentía. Ahora, en un matrimonio de varias décadas, conozco la profundidad de lo que significa tener un matrimonio sacramental, en el que somos Simón el uno para el otro, sosteniéndonos mutuamente mientras avanzamos por la vida, ofreciéndonos ánimo para perseverar en nuestras luchas, para ayudarnos a llegar al cielo.

El ejemplo de Simón nos muestra que podemos ser una fuente de fortaleza no sólo para nuestros seres queridos, sino también para quienes se cruzan en nuestro camino.

 

 

 

 

 

 

 

El Quinto Misterio
Doloroso: La Crucifixión

Emily Jaminet es autora católica, conferenciante, locutora
de radio, esposa y madre de siete hijos, directora ejecutiva de la Red de Entronización del Sagrado Corazón y cofundadora de www.InspiretheFaith.com.

Reflexión:

Jesús murió por nuestros pecados. Al meditar el Quinto Misterio Doloroso, nos duele el corazón al ver a nuestro Señor sufriendo y muriendo. Jesús es el Cordero de Dios y fue ofrecido como Sacrificio santo por nosotros, como ofrenda por el
pecado para que se nos abriera el cielo. La muerte de Jesús no fue un accidente imprevisto o un giro del destino; Él nació como una ofrenda sacrificial para que pudiéramos estar en el cielo con Él por toda la eternidad.

Como madre católica, creo que es esencial meditar y reflexionar sobre nuestra Santísima Madre y el papel que desempeñó en la
crucifixión de Jesús. Ella no puso su voluntad por encima de la voluntad de Jesús; en medio del dolor y la pena insoportables, unió su voluntad a la de Dios Padre. Aceptó en oración este gran misterio confiando en que el buen Dios tenía un plan.

Podemos recordar que, pocos años antes de su muerte, la Virgen fue quien llamó a Jesús a la acción en su primer milagro de Caná. Pero en la Crucifixión, no llamó a Jesús a la acción para evitar su muerte, sino que lo consoló en oración por la gracia de Dios. La Santísima Virgen permaneció amorosamente junto a la Cruz y unió su corazón roto al sufrimiento de Jesús.
Ella nos recuerda que sólo a través de Jesús podemos ser fuertes en medio de nuestros propios sufrimientos y momentos difíciles. La Virgen estuvo dispuesta a unir su corazón al de Jesús. Como predijo Simeón, su corazón sería «atravesado por una espada» y su corazón fue traspasado por un profundo dolor, y sin embargo su fe nunca vaciló.

Jesús, su amado Salvador e Hijo, fue escarnecido, maltratado, abusado, despojado de sus vestiduras y crucificado. Sólo puedo
imaginar la injusticia y el dolor que supuso saber que Él era el hijo de Dios y que era inocente. La bendita Madre, llena de Gracia, confió en Dios, y esto nos recuerda que debemos hacer lo mismo. María estuvo con Jesús al pie de la cruz, y sostuvo su cuerpo después de que fuera bajado. María demostró el amor tierno y doloroso de una madre. Que permitamos que sus caminos cambien nuestros caminos, que su corazón toque nuestros corazones y nos lleve a una profunda fe en Jesús, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

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