Virgen María

María elegida por Dios

MARÍA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DIOS

María es su creatura más perfecta; la que aceptó llegar a ser por completo lo que Dios se propuso al crearla. La que nunca le dijo que “no” y, por eso, su vida fue un puro crecimiento sin retrocesos. María es, a los ojos de Dios, la creatura que más plenamente tomó conciencia de su vocación y realizó su misión. María es, para Dios, la creatura predilecta.
 
Para el Padre
María es la que alegra el corazón del Padre Dios, aquella de la que dice la oración: “Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza…” María es aquella a quien el ángel dice en la Anunciación: “Te saludo, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28). Lo que quiere decir: alégrate, porque Dios te ha hecho hermosa, graciosa, encantadora a sus ojos; su alegría está en ti, te busca y siempre quiere estar contigo. Es la hija predilecta del Padre.

 

 

 

Para el Espíritu Santo

María es hermosa porque durante toda su vida escuchó a Dios y consintió en dejarse llenar por el Espíritu Santo. Se convierte así en el templo del Espíritu Santo, la creatura dócil que se deja conducir e inflamar por el amor que viene de Dios para derramarlo en los hombres.

 

 

 

Para el Hijo

Es la Madre amada. A partir del momento del “sí” a Dios y de la encarnación, durante nueve meses se fue gestando en ella el Hijo de Dios. El Hijo de Dios crece en ella y el crecimiento continúa después, día a día, a lo largo de la vida de Jesús. María lo alimentó y lo educó a junto con San José. No solo le dio los rasgos físicos, culturales y religiosos. Lo formó en el amor al Padre de los cielos. Siempre le dio ejemplo de escuchar y cumplir la voluntad de Dios.
María es la Madre que acompañó a su Hijo y le fue fiel hasta el pie de la cruz, donde se necesitaba mucho valor (Jn 19, 25-27). Es la Madre generosa que acepta entregarlo por la salvación de los hombres y la que conduce a los hombres hacia él.

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