Las tres venidas del Señor

 Por el Diácono Joe McGinley

La reflexión de hoy considerará un extracto de un sermón ofrecido por San Bernardo de Claraval. San Bernardo (1090-1153) fue, por decirlo suavemente, una fuerza de la naturaleza del siglo XII. Abad, místico, reformador de la orden benedictina, figura clave en el surgimiento del Císter, confidente de cinco papas de la Iglesia, predicador de las segundas cruzadas, doctor de la Iglesia, y reconocido por la calidad de sus enseñanzas y una profunda devoción a María.
El fragmento, conocido como “Las Tres Venidas del Señor” y extraído de una serie de homilías de San Bernardo sobre el Adviento y la Navidad, se ofrece como segunda lectura el miércoles de la primera semana de Adviento en el Oficio de Lecturas. En su sermón, San Bernardo comienza identificando tres “venidas” del Señor.
La primera venida, que describe como “visible”, se refiere a la Encarnación. Describe a Jesús como viniendo “en nuestra carne y en nuestra debilidad”. La descripción de San Bernardo de la segunda, o “final” venida, cuando “toda la carne verá la salvación de nuestro Dios” y cuando Cristo aparecerá en “gloria y majestad”, también se caracteriza como “visible” y es de naturaleza claramente escatológica.
La tercera venida, sin embargo, se describe como situada entre la primera y la segunda y se describe como “invisible” y “oculta”. San Bernardo habla de ella como un lugar donde el Señor viene en “espíritu y verdad” y luego la sitúa dentro de los “elegidos del Señor”, citando la Escritura sobre la importancia de guardar la palabra de Dios. En seguida, pregunta retóricamente: “¿Dónde hay que guardar la palabra de Dios? Obviamente en el corazón”. Luego, una notable advertencia: “Guarda la palabra de Dios de esta manera. Que entre en tu propio ser… Aliméntate de la bondad… Acuérdate de comer tu pan o tu corazón se marchitará”.
Cuando uno lee y reflexiona sobre San Bernardo, o sobre cualquiera de las grandes figuras de la Iglesia, le llama la atención el modo en que sus escritos están impregnados de la Escritura. La retórica de Bernardo recuerda a Mt. 4,4-11, cuando Jesús, en respuesta a la primera de las tres tentaciones de Satanás, proclama: “Está escrito que no se vive sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Un poco más tarde, en su sermón, San Bernardo describe la tercera, o venida intermedia, como similar a “…un camino por el que viajamos desde la primera venida [Cristo nuestra redención] hasta la última. [Cristo nuestra vida]”. Describe el camino como aquel en el que nos encontramos con Cristo, nuestro “descanso y consuelo”. Nos recuerda el relato de Lucas sobre el encuentro de los dos discípulos con Cristo resucitado en el camino de Emaús (Lc. 24: 13-35). El camino les lleva desde Jerusalén, el escenario del gran acto redentor de Cristo, a un lugar donde se encuentran con Cristo al partir el pan, y en el camino, son consolados y “alimentados” mediante la “apertura” de las Sagradas Escrituras.
El obispo J.C. Hedley, O.S.B., en su comentario sobre las homilías de San Bernardo, escribió: “Nadie puede leer a San Bernardo con algún provecho o satisfacción que no lo acepte de corazón como un experto místico en la Sagrada Escritura”. Para San Bernardo, la creencia de que “…la palabra de Dios está viva y activa” (Heb. 4:12) o que la palabra de Dios “…no volverá a mí vacía, sino que cumplirá lo que deseo” (Is. 55:11) no puede ser dudada o negada -satura sus escritos y se personifica en el párrafo final de “Las Tres Venidas del Señor” donde escribe: “Si guardas la palabra de Dios de esta manera, ella también te guardará a ti”.
Tal vez sea instructivo, al comenzar nuestro viaje de Adviento, reflexionar sobre la posición que ocupa la Sagrada Escritura en nuestra vida. ¿Dejamos que el “ajetreo” de nuestras vidas, y de este tiempo, se interponga en el encuentro diario con la Sagrada Escritura o es la Escritura la que alimenta nuestra vida espiritual?
¿Es a través de ella que encontramos a Cristo, a través del cual alcanzamos nuestro descanso y consuelo? Al emprender nuestro viaje de Adviento, ¡que nos acordemos siempre de nuestro pan!
———————————————-
El diácono Joe McGinley es profesor de teología en la escuela secundaria Bishop Feehan de Attleboro, MA. Está asignado a la iglesia de Santa Ana en Raynham, MA, en la Diócesis de Fall River y él y su esposa, Sue, residen en Attleboro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *