
Por: Padre David Marcham de la Homilía del 5 de junio de 2025
Hoy, al reflexionar sobre la vida de los santos y escuchar las palabras de las Escrituras, estamos llamados a considerar los desafíos a nuestra fe, tanto internos como externos. San Bonifacio, apóstol de Alemania, y san Pablo, en su discurso a los ancianos de Éfeso y su testimonio ante el concilio de Jerusalén, nos ofrecen profundas lecciones.
Enfrentando los desafíos de frente
En el pasaje de los Hechos, Pablo advierte a los ancianos de Éfeso: “Algunos, incluso de entre ustedes mismos, vendrán distorsionando la verdad para atraer a los discípulos a que los sigan”.
Este es un duro recordatorio de que las amenazas a la Iglesia a menudo surgen desde dentro. San Bonifacio enfrentó desafíos similares, trabajando incansablemente para reformar la Iglesia en el reino franco , combatiendo las herejías y la negligencia. Al igual que San Pablo, comprendió que la pureza de la doctrina y la integridad de la comunidad de fe son esenciales.
Mantén tu coraje
La experiencia de Pablo ante el concilio de Jerusalén nos muestra además cómo pueden surgir divisiones incluso entre los creyentes.
Al declararse fariseo y hablar de la resurrección de los muertos, desató una gran discordia entre fariseos y saduceos. Sin embargo, en medio de esta agitación, el Señor se le apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Pues así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, también debes darlo en Roma».
Este estímulo divino nos recuerda que incluso en medio del conflicto y la división, Dios está con nosotros, fortaleciéndonos para seguir dando testimonio de la verdad.
Mira a la Iglesia
Entonces, ¿qué significa esto para nosotros hoy?
En primer lugar, como los santos Pablo y Bonaficio, debemos estar alerta contra quienes distorsionan la verdad, intencional o involuntariamente. Necesitamos discernir y aferrarnos a la sana doctrina , así como buscar la guía de la Iglesia.
Como San Bonifacio, estamos llamados a reformar nuestra propia vida y a trabajar por la renovación de la Iglesia, afrontando los desafíos de nuestro tiempo con valentía y convicción.
Persistiendo como los santos
En segundo lugar, debemos recordar que las divisiones y los desacuerdos no son nuevos en la Iglesia. Desde sus inicios, los creyentes han lidiado con problemas complejos.
Sin embargo, como demuestra la experiencia de Pablo, Dios puede usar estos momentos de conflicto para promover sus propósitos. Hermanos y hermanas, hagamos todo lo posible por abordar nuestros desacuerdos con humildad y caridad, buscando siempre comprendernos y encontrar puntos en común en nuestra fe compartida.
Que podamos inspirarnos en los ejemplos de San Bonifacio y San Pablo, quienes, a pesar de enfrentar inmensos desafíos, permanecieron firmes en su compromiso con Cristo y su Evangelio.
Oremos por la gracia de discernir la verdad, defender la fe y dar testimonio del amor de Dios en un mundo que lo necesita tan desesperadamente.